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Entrevista

La educación, una herramienta para combatir la desigualdad

Hace seis años, el Instituto Superior San José lleva adelante un programa de apoyo pedagógico para docentes de sectores vulnerables. Su director, el profesor Fabián Yausaz, se refiere a la brecha sociocultural que acentuó la pandemia y a los nuevos desafíos que se afrontan en el marco de este proyecto.

 

“Las diferencias entre clases sociales en el sistema educativo tienden a crecer; y los años de pandemia acentuaron la brecha”, sostiene el profesor Fabián Yausaz, quien dirige el programa de Apoyo Pedagógico que ofrece el Instituto Superior San José a docentes de sectores desfavorecidos de diferentes provincias argentinas, en el marco de un proyecto de articulación con la Fundación “Fe y Alegría”.

A través del mencionado proyecto se interviene en comunidades en contextos de exclusión y vulnerabilidad con la convicción de que la educación genera oportunidades y de que es la herramienta más poderosa para combatir la desigualdad.

Fabián Yausáz es licenciado en Psicología, doctor en Letras y autor de numerosas obras, poeta y narrador. Además, es investigador y docente del Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura del Instituto Superior San José.

En una entrevista para el ciclo ID.SanJosé, un espacio para charlar, Yausaz se refiere al escenario que emerge tras la pandemia, a las nuevas barreras que se presentan en la formación de los niños y niñas de sectores vulnerables y a las herramientas que se ofrecen a los docentes para transformar la realidad y combatir la desigualdad.

El proyecto que dirige está en marcha hace seis años y actualmente participan seis escuelas de zonas desfavorables: dos de Corrientes (en ciudad capital y Bella Vista), dos de Chaco (en Resistencia y Taco Pozo); y dos de Salta (en capital y Embarcación).

“Se trata de un asesoramiento en servicio, que durante la pandemia se realizó a distancia”, explicó el docente y agregó: “la Fundación ‘Fe y Alegría’ tiene la característica de trabajar con los niños y niñas provenientes de los sectores más desfavorecidos. Su accionar está enmarcado dentro de la comunidad Jesuita y el perfil educativo que persigue es el de la formación laboral para chicos de estos sectores específicamente”.

¿Qué problemáticas se abordan en el marco del proyecto que lleva adelante con el Instituto San José?

Para los niños más pobres el desafío es no quedar desfasado dentro de lo que es un nivel esperable en el sistema educativo. Esto no siempre se dice pero las diferencias entre clases sociales en el sistema educativo tienden a crecer. Hace mucho, algunos autores hablan de un “efecto Mateo” en referencia a un fragmento del Evangelio de Mateo que dice “porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”. Y esto es lo que sucede en el sistema educativo. Los que tienen, aprovechan de la mejor manera las experiencias educativas y aprenden cada vez más; y los que no tienen, tienden a aprender cada vez menos. Con lo cual, la brecha entre clases sociales, si no hay políticas compensadoras, tiende a acrecentarse.

La Fundación Fe y Alegría es una organización internacional que trabaja con comunidades, en general, marginadas o pobres, y se toma muy enserio la educación y este postulado de que la educación puede ser un factor igualador o un factor de equidad frente a estas desventajas socioculturales. En ese sentido, me contactaron porque mi especialidad tiene que ver con enseñar a leer y a escribir.

¿Qué herramientas se les presenta a las docentes para hacer frente a este desfasaje?

En principio hay que plantear una reflexión en relación a lo que pueden los chicos. Reflexionar y poner en valor también que un chico pobre tiene las mismas posibilidades de aprendizaje que otro, de otro sector social. Esas herramientas de reflexión, por un lado.

Por otra parte, pone al alcance de los docentes materiales didácticos. El Instituto Superior San José, dentro del área de Investigación tiene una larga trayectoria en diseño de materiales didácticos, sistematizaciones y compilaciones. Además, después de tantos años de haber trabajado en el campo, uno se ha vinculado con especialistas de todo el país que son muy solidarios respecto a compartir materiales y esto permite asesorar a los docentes no solo con una formación sino también con materiales y con actividades que tengan un impacto probado en niños de estas características.

La pandemia y las clases virtuales también marcaron una brecha. ¿Cómo se abordó en ese contexto este proyecto?

La pandemia fue una aplanadora sobre todo para los chicos más pobres. Puso en evidencia algo que de alguna manera la escuela genera como acción paliativa que es que los chicos más pobres tienen muy pocas posibilidades, fuera de la escuela, de desarrollar aprendizajes. Y hay un desfasaje importante. Es decir, chicos de cuarto grado iniciaron este año con un nivel de segundo grado. No dos o tres, sino más del 50 por ciento de los chicos.

Por otra parte, estoy terminando un postítulo en la Universidad Favarolo, donde hay profesionales de la salud de todo el país y de acuerdo a lo que éstos señalan, la pandemia ha incrementado dificultades del lenguaje, problemas de vista (por la sobreexposición a las pantallas) y problemas atencionales, esto en niños de distintas clases sociales. Entonces, nos encontramos con niños sumamente retraídos, niños con unos retrasos en la lectoescritura muy importantes y todo ello se agudiza cuando los niños pertenecen a un sector desfavorecido y no tienen la posibilidad de psicopedagoga, de maestra especial, maestra recuperadora o particular; o un papá o mamá que le pueda ayudar con las tareas.

Entonces, en las reuniones con los docentes el primer desafío fue evaluar la magnitud y el impacto que ha tenido esta situación de dos años sin escuelas, porque esto es lo que ha sucedido con los chicos más pobres. Y después de eso, asesorar a los docentes y trabajar junto con ellos en un plan de emergencia porque es un año totalmente atípico en el que nos encontramos con niños que están en tercer grado y recién están empezando a escribir; niños que están en quinto grado con un nivel de segundo. Son situaciones sumamente complejas.

Volvimos a las escuelas, sin distanciamientos ni aislamientos, pero sí con muchos problemas que afrontar

Sí, a lo que se debe sumar la pérdida de hábitos escolares. La evaluación es que los chicos más pobres han tenido dos años sin escolaridad. Les cuesta levantarse para ir a la escuela, les duele la mano cuando tienen que escribir, los logros que pudieron alcanzar fueron olvidados.

Entonces, más que nunca es necesario el acompañamiento en el marco de este programa. ¿Cómo se proyecta la tarea para este año frente a esa realidad que relata?

La Fundación “Fe y Alegría” solicitó este asesoramiento y estuvimos trabajando tres o cuatros años con nivel inicial y primeros grados de primaria. Y este año, pidieron que la articulación se centrara en los grados superiores: cuarto, quinto y sexto, pero son teóricos, porque la realidad es que las problemáticas no minoritarias en estos grados superiores son problemas de un primer ciclo.

En la primera ronda de encuentros trabajamos sobre composición escrita, sobre la escritura de los chicos que también tiene problemas caligráficos. En esta segunda mitad del año trabajemos comprensión lectora.

¿Cuánto tiempo podría llevar lograr que los niños alcancen el nivel esperable?

De acuerdo a una investigación que realizamos en escuelas públicas en Corrientes, después del año 99, con la crisis institucional que hubo en la provincia y con la promoción automática de los estudiantes que durante ese ciclo prácticamente estuvieron sin escolaridad, el impacto sobre esos chicos duró cuatro o cinco años.

Si no hay políticas compensadoras, esto será un impacto a largo plazo y no se sabe cuánto va a durar porque hay condiciones de desarrollos de los niños que no se dieron saludablemente por las situaciones de encierro durante la pandemia.